jueves, 2 de diciembre de 2010

Bolívar junto a su amada Manuelita Sáenz


La verdad que, qué certero fue Alí cuando hacia la mención en su canción bolivariana, de que la oposición (cuando la cuarta) “No iban al panteón a ponerle flores a Bolívar, sino a asegurarse de que estuviera bien muerto”.

Que mayor ofrenda al libertador que reposen junto a los suyos, los restos de la mujer que fuera su gran amor. Si en verdad se viviera un espíritu, Bolívar tendría ya, doble regocijo: el de estar junto a su amada, y el de esta revolución.

Mientras que la oposición por ir siempre contra corriente, le busca las patas al gato, ahora, con la traída de los restos de Manuela.

¿No será que el libertador de ellos –o para ellos, fue Washington,…Hitler,…o Bush?
¡A no, a no, perdón el multisapide iba a ser Carmona!
Por algo habían quitado el cuadro de Bolívar. Para ellos todo lo que signifique libertador o libertad es el mayor peligro de la tierra. Por eso perseguían tanto las ideas.

El que hayan traído los restos de manuela Sáenz, más bien debería de ser un grandísimo sentir de orgullo nuestro –el hondo placer multiplicado, de orgullo patrio-. No sólo alentó a nuestro libertador, sino también fue fuerte bastión de impulsar los esfuerzos, hacia la libertad dándose en aras de los mismos, y demostrando el alto valor precursor hasta de verdaderos principios de libertad femenina, no esa que se ha entendido errónea, que la mujer también pueda sentir su derecho igual a emborracharse. Además de alto merito en Manuela, que así al igual que Bolívar no escatimó en nacionalidades, siendo ecuatoriana, para combatir y emancipar sueños de patria libre.

Y ahora la otra divagación mal intencionada, que muestra el canal apátrida –para el ingenuo que vaya dirigiendo su dosis de influjo enfermo- es con respecto a la exhumación de los restos de Bolívar, y los supuestos trabajos para perpetuarse Chávez en el poder. Chávez cuenta con la gran fuerza de un pueblo, que en el confía y este pueblo es el que decide su permanencia. Giovanni Curcho

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